No debe ser fácil. Me refiero a ser vocero gubernamental para atraer al turismo internacional a estas cuatro esquinas.
Cualquier periodista internacional, medio avezado en la materia, tendría numerosas preguntas tan sencillas para hacernos como engorrosas para contestar. ¿Por qué cuesta 60 dólares tomar un taxi del aeropuerto internacional a cualquier hotel de la ciudad? ¿Acaso la gasolina no la regalan en Venezuela? Almorzar en cualquier restaurante de Las Mercedes, lugar favorito de los funcionarios del gobierno, cuesta fácilmente 80 dólares. Alquilar un carro modesto tiene una tarifa de unos 180 dólares por día, y así el periodista en cuestión puede ir escarbando y haciendo comparaciones con los costos de estos mismos servicios en otras latitudes.
En cualquiera de los terrenos donde se mueve el viajero, el precio de hacer turismo en Venezuela rompe parámetros por lo alto. Estamos refiriéndonos únicamente al costo de los servicios, dejamos de lado los riesgos de inseguridad y violencia con los que tiene que bandearse cualquier extranjero que ponga un pie en esta tierra de gracia.
Para excusarse frente a los desorbitados precios que cualquier visitante debe pagar apenas pone un pie aquí, el funcionario de turismo nacional tendría que recurrir a algunas de esas salidas tradicionales de poca monta: al swing caribeño que tienen los venezolanos, la enigmática presencia de los tepuy, la proliferación de misses que desbordan cualquier centro comercial, la euforia revolucionaria que brilla en los ojos de los pasajeros del Metro; en fin, que aquí la cosa no es barata pero el dinero no es lo importante, sino la experiencia a la venezolana. Por supuesto que esta retórica no mueve masas, quizás a algún despistado, de allí que el turismo ha venido cayendo en picada sin freno posible.
La única salida sincera que tendría hoy el atormentado funcionario es, finalizada la ronda de preguntas, llamar al incómodo periodista, llevárselo a una esquina aparte y decirle tajantemente: "no seas bruto vale, olvídate de cambiar tus dólares a la tasa oficial de 6,30 bolívares por dólar y de usar tu tarjeta American Express. Tú lo que debes hacer es traerte unos dólares y los cambias en el llamado mercado paralelo, ese que no existe ni se puede nombrar porque vas preso. Ahí te vas a dar cuenta de que aquí todo es más barato que en Colombia o Miami. Una vez hecho tu cambio en negro, un taxi desde el aeropuerto para Caracas te cuesta 15 dólares, mientras que en México son 20 dólares y en Nueva York 50".
Menos mal que no somos funcionarios y así evitarnos ese inevitable dilema: decir cantinfladas o decir la verdad, y tener que invitar a los turistas a pisotear las leyes para que se pongan en el cambio a negro si quieren hacer rendir sus ahorros aquí.
Toda la babosa verborrea oficial sobre el crecimiento del turismo internacional pasa, mientras tengamos esta política económica y su disparidad en el cambio, por este inequívoco dilema: turismo en negro o muerte.
Tal Cual digital