miércoles, 29 de febrero de 2012
Zea y el Niño de La Cuchilla
Hacia el oeste del estado Mérida hay un pintoresco y apacible pueblo llamado Zea. En la entrada sur, por la carretera que viene de Tovar, tiene un pequeño monumento dedicado a sus fundadores, hombres del campo que llegaron desde La Grita a finales del siglo XVIII, para organizar fundos agrícolas.
En aquel entonces estas tierras eran conocidas con el nombre indígena de Murmuquena y no fue sino hasta 1850 que la Diputación Provincial de Mérida ordenó que el poblado allí formado se erigiera en parroquia con el nombre de Zea, en honor al ilustre neogranadino Francisco Antonio Zea. Este personaje fue un científico, periodista y político, quien entre sus más recordados actos está el haber presidido el Congreso de Angostura de 1819.
La construcción más impresionante de Zea es su extraordinaria iglesia, con su hermosísima fachada, su torre de cuatro relojes, su cúpula dorada y su imagen de la Virgen de Las Mercedes, justo sobre la puerta principal, regalo del Benemérito Juan Vicente Gómez.
La plaza Bolívar, como toda placita andina, es muy acogedora, con sus arbustos bien podados y verde césped. Lugar ideal para el descanso y sabrosas tertulias viendo pasar la niebla vespertina.
Las casas de techos de tejas y grandes ventanas le dan el toque colonial que hacen parecer que por allí el tiempo transcurre a otro ritmo, más tranquilo, más calmado como aislado del ajetreo del mundo moderno.
A unos tres kilómetros de recorrido por una empinada, serpenteante y estrecha carretera se llega al caserío de La Cuchilla, donde se encuentra el Santuario del Niño de La Cuchilla, de gran devoción por parte, no sólo de la población local, sino también de toda esa región andina y aun más allá de las montañas.
El Niño de La Cuchilla está representado por una figurilla de alabastro, de escasos nueve centímetros de longitud. Hay varias versiones sobre su origen, quizás la más conocida es aquella que cuenta que cuando en 1873, el para entonces presidente de Venezuela, Antonio Guzmán Blanco, ordenó cerrar todos los conventos y seminarios, muchos sacerdotes y monjas salieron del país.
Unas religiosas a su paso por Bailadores se hospedaron en casa de unas hermanas de apellido Hernández, las monjas en agradecimiento le regalaron la figura de un Niño Jesús durmiendo. Un día una de las hermanas se enfermó gravemente, no se mejoraba con nada, hasta que una noche, una de las hermanas vio una luz que salía del baúl, y al abrirlo apareció la imagen del Niño resplandeciente. La señora se curó de sus males y las hermanas comenzaron a construirle un altar improvisado.
Al pasar los años, las Hernández entregaron el Niño para su cuido a una familia Pérez, quienes le construyeron un mejor altar y comenzaron a propagar lo milagroso de la imagen. Se fue extendiendo su fama hasta que el cura párroco y el pueblo le construyeron su santuario en la cima del pueblo. Cada 31 de diciembre, la imagen del Niño es bajada y llevada en procesión por las calles de Zea, quedándose en las casas de los vecinos hasta su regreso el 6 de enero.
Zea Estado Mérida. Municipio Zea. Altura: 940 msnm. Más información: www.pueblosdevenezuela.com
Germán Montero Alcalá / http://www.laverdad.com