viernes, 30 de abril de 2010

La playa secreta del Caribe

Muchas veces en los viajes, los planes se dejan de lado y se cambia sobre la marcha. Estaba en las ruinas mayas de Tikal, en Guatemala, y tenía que volver a México así que tomé la decisión de hacerlo vía Belice en un ómnibus directo.

Pero apenas crucé la frontera, previo pago de 50 dólares en concepto de visa, decidí quedarme unos días en este desconocido país centroamericano. La verdad es que sólo sabía que era una ex colonia británica, que se hablaba inglés y que gran parte de la población era de raza negra.

Después de tres horas de autobús desde la frontera llegamos a Belice City. La ciudad no tiene demasiadas atracciones y según las guías suele ser insegura, pero es un paso obligado ya que desde su puerto parten los ferries hacia los Cayos.

Las islas más visitadas son dos: San Pedro, la más famosa y turística, sobre todo después de que Madonna le dedicara  La isla bonita, y Caye Coulker, más tranquila y con más personalidad. Nosotros elegimos esta última y no nos equivocamos.

Al bajar del ferry la claridad del agua, las palmeras y las construcciones típicas sobre la costa forman una imagen que impacta al llegar. La isla se puede recorrer caminando, en bicicleta o en unos carritos de golf, ya que no hay autos ni calles asfaltadas.

La oferta hotelera es variada. Eso sí, no hay que esperar resorts ni grandes cadenas, sí cabañas y posadas para distintos presupuestos.

Dos actividades recomendables para hacer en la isla son el buceo y snorkel. El Blue Hole, sistema de cavernas que forman un agujero casi perfecto, es el lugar que atrae a buceadores de todo el planeta. Como no contaba con la licencia para bucear me decidí por el snorkel. Por poco más de 40 dólares se puede contratar una excursión de tres horas de snorkel en la barrera de coral, la segunda más importante del mundo después de la australiana. Practicar snorkel en esas aguas cálidas y cristalinas donde la fauna marina es tan rica es una experiencia difícil de explicar y olvidar.

La gastronomía es variada, aunque los restaurantes son en general rústicos acordes con el resto de la isla.

El mejor programa después del mar es disfrutar del atardecer y los happy hours en los paradores sobre la costa al ritmo del reggae, sonido omnipresente en Belice. Por la noche es imperdible comer langosta a precios superaccesibles en algún restaurante sobre la calle principal, donde los isleños te saludan, te dan la mano y cuando te ven caminar rápido siempre te recuerdan, en un extraño inglés, que estás en Belice y que allí la vida se toma con calma.

Sólo pasé tres días en la isla. Apenas subí al ferry me arrepentí: Caye Coulker es un lugar para quedarse más tiempo, relajarse, conocer la calidez de su gente y disfrutar de uno de los lugares mas auténticos del Caribe.

La Nacion.com.ar / Walter Reynoso

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