Los grandes eventos internacionales son una mina de oro para las ciudades que los acogen porque normalmente los gobiernos no pueden hacer el ridículo de decir que los precios son desmesurados. Pero hay un límite que, al parecer, la cumbre del clima de Belém, en Brasil, está a punto de tocar.
En las cumbres del clima hay países pequeños insulares, como Nuaru, Tuvalu o similares, sobre todo pero no exclusivamente de la Polinesia, que acuden porque su voz es importante porque corren el riesgo de desaparecer con el crecimiento de los océanos. Pero igual no van a la COP30 de Brasil, dados los precios.
Belém no tiene suficiente sitio para un evento de 45 mil delegados. La ciudad dispone de 18 mil camas hoteleras (contando incluso con las que no reúnen los niveles mínimos exigibles).
Kaspars Melnis, el ministro del Clima de Letonia, pidió poder intervenir por video llamada porque “para nosotros es demasiado caro”. “Es la primera vez que es tan caro. Y nosotros tenemos una responsabilidad con el presupuesto del país”.
Lituania no ha tomado aún una decisión definitiva, pero también está pensando en no ir porque 500 dólares por noche y asistente no está a su alcance.
Brasil ha dicho que es una decisión de cada país acudir o no. Y Naciones Unidas ha optado por aumentar las subvenciones para que los países pobres acudan.
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