lunes, 18 de agosto de 2025

La isla La Tortuga, otra ofrenda al altar del fracaso de las zonas económicas especiales


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Un helicóptero sobrevuela una playa en la isla La Tortuga, en el sur del mar Caribe, durante una inspección del ministro de Turismo venezolano el 20 de julio de 2013. Foto: JUAN BARRETO / AFP

La empresa italiana Studio Caporali Associati y varias contratistas venezolanas ganarán una fortuna por destruir el tesoro turístico, geológico, biodiverso y ecológico más valioso que tiene Venezuela en el Caribe: la isla La Tortuga, un paraíso de arenas coralinas y aguas de azules infinitos, hábitat de una exclusiva flora y fauna endémica y de características geomórficas y ecosistemas marinos tan únicos que están protegidos internacionalmente.

Sitio de paso de aves migratorias y refugio de cuatro especies de tortuga en peligro de extinción. Una isla de condiciones únicas que será arrasada por el turismo masivo, aunque sus aparatos de aire acondicionado funcionen con un mix de energía solar y eólica. Las emisiones de dióxido de carbono provendrán de los cruceros, lujosos yates, avionetas y jet privados y comerciales.

El promotor turístico Alí Ernesto Padrón Paredes, autoridad única de la zona económica especial de la isla La Tortuga, es el ‘arquitecto’ del proyecto que “más motiva” a Nicolás Maduro, sin contar el Arco Minero del Orinoco, otro de sus supuestos motores de desarrollo económico.

Padrón, que se presenta como economista y fue ministro de Turismo, funcionario del Seniat y administrador del CNE, ocupa el cargo desde diciembre de 2024. Ha tenido una actividad frenética en los medios oficiales y semioficiales promocionando las zonas económicas especiales para avanzar en “un nuevo modelo económico productivo y dejar atrás el rentismo petrolero”. Con cara de tabla afirma que será un auténtico proyecto ecológico, sustentable y regenerativo, respetuoso de la naturaleza y de sus bellezas.

Respeto a la naturaleza

Antes que una planta de aguas servidas, una desalinizadora o una instalación de placas solares, el empeño de Padrón ha sido la construcción de un aeropuerto de gran envergadura para incrementar el flujo de turistas nacionales e internacionales. Considera que la obra será clave para “el turismo sostenible, sustentable y regenerativo en La Tortuga”. Lo contrario de lo que afirman los expertos en impacto medioambiental, preservación y regeneración de ecosistemas y sostenibilidad.

Los suelos de La Tortuga son kársticos, restos de formaciones coralinas que han emergido y muy duros de intervenir. Tienen una dinámica de infiltración muy delicada. Si se impermeabilizan con una pista de hormigón se afectará las lagunas cercanas con manglares y sería el fin de ese lugar tan hermoso que se pretende ofrecer para el disfrute de los turistas.

La sostenibilidad económica de cualquier proyecto turístico depende, entre otros factores vitales, del cuidado de la flora y fauna local. Si no se protegen y vigilan con mucho rigor los componentes ambientales, la iniciativa no tendrá viabilidad económica. La Tortuga ofrece muchas oportunidades, pero apegadas a sus limitaciones muy particulares

Mientras más grande sea el aeropuerto, más aviones aterricen y más confortables sean las instalaciones hoteleras, mayor será el daño y menos factible que la isla sea un sitio apetecible para turistas de alta gama. Los aeropuertos, sin contar las emisiones de los aviones, descargan contaminantes y requieren energía que no existe en la isla. En un ambiente natural silencioso, con aves migratorias y tortugas que requieren oscuridad para el desove hasta una pista de granzón de poco tráfico perturbaría. Los vuelos tendrían que ser muy exclusivos y adaptarse a los horarios y migraciones de las aves.

El proyecto que se ha presentado tangencialmente es tan absurdo como ir a la luna en un submarino, y sus efectos tan devastadores como lanzarle una bomba atómica. No es ecológico, ni sustentable ni regenerativo. Es un plan ecocida y suicida. A los establecimientos turísticos que ya existen en la isla y que son una auténtica tropelía se le sumarán tres campos de golf, diez hoteles de muy alto nivel, un puerto para cruceros, varias urbanizaciones, una villa para pescadores, un hospital y una zona de "glamping", para acampar glamorosamente a cielo abierto.

Como contrapartida, se anuncia un puerto para la Armada, el desarrollo de un centro científico que “cuidará de las tortugas y aumentará en 30% su posibilidad de supervivencia”, además de vigilar la utilización de materiales amigables con el medioambiente, el uso racional de los elementos naturales, la implantación de la energía eólica y la reutilización de las aguas residuales. Aunque su operación implicará un pequeño ejército de burócratas, cuadrillas técnicas, supervisores y varias avanzadas de la “Gran Misión Chamba Juvenil”, Padrón afirma en todas sus apariciones públicas que el “plan tendrá un impacto mínimo en la naturaleza”.

El proyecto incluye un puerto para grandes cruceros internacionales en el sur de la isla, donde el mar es más profundo, a costa de lagunas, manglares boscosos, arrecifes coralinos y todo el ecosistema existente. Los puertos, aun con control y vigilancia, son fuente de descargas de contaminantes. Se acabarían las aguas cristalinas y los cetáceos huirían y se destruiría de manera irreversible el hábitat natural y originario de las tortugas. La contaminación de aguas y del aire espantaría las aves.

 isla La Tortuga
Vista aérea de la isla La Tortuga, Venezuela, tomada el 7 de septiembre de 2024. Foto: Juan Barreto/ AFP

Competir con Aruba, Curazao y Bonaire

En 156 kilómetros cuadrados de La Tortuga no hay agua ni electricidad, pero los voceros gubernamentales repiten que la isla será el primer destino turístico del Caribe, atractivo para visitantes de todo el mundo y, por supuesto, para los inversionistas que obtendrán incentivos fiscales, aduaneros y desregulatorios a cambio de crear fuentes de empleo y generar divisas.

Un punto crucial para el proyecto de esta zona económica especial orientada al turismo es la “desregulación” medioambiental. Se va sacrificar un tesoro ecológico, ambiental y paisajístico para su explotación turística por transnacionales. Por una ilusoria ganancia en dólares se destruye manera irreversible un sitio verdaderamente hermoso, a 30 °C todo el año, aunque con grandes nubes de mosquitos hambrientos al atardecer. El neoliberalismo más salvaje y el extractivismo más ruin acaba el hábitat de 73 especies de aves y desaloja de aguas cristalinas corocoros, rayas, meros, pargos y langostas. Al final, entonces, tampoco habrá la prometida ganancia en divisa americana.

En otras oportunidades la revolución bolivariana ha intentado intervenir la isla para sacarle provecho económico, desde la firma de un acuerdo con la Federación de Rusia para la explotación de gas hasta un tanteo con el gobierno de Italia para orientar inversiones en el sur de la isla.

En el año 2003-2004, el comandante Wilmar Castro Soteldo, ministro de Turismo, promovía un proyecto que incluía muelle, aeropuerto, vialidad, servicios básicos, una planta desalinizadora, red para aguas servidas, tanques de almacenamiento, incineradora de desechos, un centro poblado, 50 unidades turísticas sustentables, 200 habitaciones en hoteles y 100 en posadas. Los ambientalistas y científicos pararon la incursión.

Entonces, como ahora, el proyecto resaltaba la aplicación de “criterios de sostenibilidad ambiental, social y económica, aprovechando áreas naturales marino-costeras poco intervenidas”,  pero no contaba con una evaluación de impacto ambiental como lo exige el artículo 129 de la Constitución de 1999 ni se describían la medidas que tomarían para mitigar los efectos en la fauna y la flora de la disposición de las aguas servidas, el reciclaje de agua y el tratamiento y disposición final de desechos sólidos.

No se trata de montar una megatubería para llevar agua potable desde las desalinizadoras que se instalen en la costa de la isla, sino el desafío de ingeniería que implica reducir el impacto ambiental para instalar los servicios de agua y la instalación de fuentes de energía eólica y solar. Tener más agua significa para La Tortuga más problemas para tratarla y mayores impactos medioambientales.

Perseverancia destructiva

En 2008 se materializó una intervención ecológica de los ministerios de Comercio Exterior y de Turismo en la que involucraron al arquitecto Fruto Vivas. No llegó nada, pero causó una importante afectación tanto a la vegetación, que nunca se recuperó, como a la topografía, especialmente en el cerro Gato, de interés paleontológico.

En 2017, siendo Marleny Contreras de Cabello, ministra de Turismo, se construyó en el noroeste de la isla, frente a playa Caldera, el Chelonia Eco Village, una “unidad turística”, rodeada de palmeras traídas de tierra firme, en aproximadamente 71.000 metros cuadrados. Con la modalidad full-day ofrecía 12 cabañas sin pernocta restaurante, baños públicos y toldos. Constaba de un módulo para empleados, planta de tratamiento de agua y desalinizadora.

El actual proyecto para esta zona económica especial es una reposición de la propuesta que se viene presentando desde antes de Chávez, pero con otro maquillaje y vestuario. El libreto es el mismo. La única diferencia es la calidad autoritaria del Estado y la inexistente participación de una contraloría tanto económica y financiera como social e institucional.

Abruma el fanfarroneo, pero sobre todo las promesas delirantes, desde convertir a Venezuela en potencia mundial hasta transformar una isla sin agua potable como La Tortuga en el destino turístico favorito en el Caribe. Insisten en que por ser casi del tamaño de Aruba tendría condiciones para superarla.

Solo a trasnochados se le puede ocurrir emular el actual modelo turístico de Aruba. Cada zona tiene sus condiciones, y una despoblada isla carente de agua no es la más apropiada para construir hoteles de lujo de alta gama. Tendría más sentido hacerlo en Paraguaná, en Margarita o en la misma isla del Burro, en el lago de Valencia, que implicaría el saneamiento y recuperación de tan importante cuerpo de agua.

El turismo ecológico ruso

Alí Padrón estuvo en la Federación de Rusia en marzo de 2024 y participó en la Feria Internacional de Turismo de Moscú. Por la red X dijo que había llevado la propuesta de Venezuela como país megadiverso, multidestino y de paz. En junio de 2025, acompañó al vicepresidente sectorial de economía, José Félix Rivas, en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo. No se enteró de una experiencia de turismo regenerativo muy exitosa en Rusia: las islas Solovetski, que combinan naturaleza intacta, historia profunda y espiritualidad. Constituyen un archipiélago de seis islas principales y numerosos cayos en el mar Blanco, cerca del círculo polar ártico.

Su conjunto histórico, cultural y natural fue reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. En el siglo XV se construyó el monasterio Solovetsky, que luego fue fortaleza, centro espiritual y luego, en la era soviética, fue uno de los peores gulags. Hoy es un museo y posee estructuras prehistóricas símbolos de la conexión entre el mundo terrenal y espiritual. Un lugar de peregrinación.

Su infraestructura ecológica, con canales interconectados, le permite albergar jardines botánicos, sitios para el avistamiento de belugas, un cetáceo de tamaño intermedio entre los delfines y ballenas que habita en la región ártica y subártica,

La presión turística es limitada. Su acceso es solo por barco o avión, y su movilidad es mediante bicicletas y paseos entre naturaleza intacta, historia profunda y espiritualidad. Un ejemplo potente de turismo regenerativo en condiciones extremas, con un ecosistema de taiga con bosques de pinos, pantanos, lagos y fauna como alces y aves migratorias.

En el resto de la Federación de Rusia hay otras iniciativas orientadas al diseño y desarrollo de centros turísticos ecológicos y regenerativos. También proyectos dearquitectura sustentable
que incorporan tecnologías verdes y materiales ecológicos en nuevos desarrollos turísticos, sobre todo en regiones como Carelia y el Cáucaso.

Experiencias chinas en ecoturismo

En la gigantesca superficie del principal socio comercial de Venezuela en el siglo XXI, existen ejemplos exitosos de turismo ecológico, sustentable y regenerativo. Empresas como Trip.com Group y China Tourism Group han integrado criterios ecológicos en la certificación de hoteles, transporte sostenible y tecnología inteligente para reducir la huella ambiental. También ha colaborado en el desarrollo de destinos turísticos sostenibles.

El Ministerio de Cultura y Turismo de China ha certificado más de 200 destinos ecoturísticos en provincias como Yunnan y Hainan, con estrictas regulaciones ambientales y participación comunitaria. China Railway no es una empresa turística, pero sus “trenes verdes” y redes de transporte, impulsadas por energías limpias, han sido fundamentales para reducir el impacto ambiental en destinos turísticos populares.

El modelo regenerativo se aplica oficialmente en los destinos denominados Pueblos Turísticos de China, que implementan energías renovables y son gestionados por la comunidad. Promueven la revitalización local, la gestión de residuos y el uso de energías renovables. Ninguna de estas experiencias se ha consultó en la “regenerativa” propuesta de “alto nivel” que lidera Alí Ernesto Padrón.

El proyecto Studio Caporali Associati

No hay evidencias de que Studio Caporali Associati, la empresa italiana encargada de llevar a cabo el desarrollo “llave en mano” del Centro Turístico del Caribe en la isla La Tortuga –pomposo nombre oficial– haya desarrollado proyectos dentro de los principios de sostenibilidad ambiental, sustentabilidad social o autosuficiencia energética, mucho menos en el área turística.

Con esta empresa el concepto “llave en mano” significa que está completamente diseñado y listo para su ejecución. Queda en la absoluta oscuridad cómo aplica el enfoque en turismo ecológico, sustentable y regenerativo que tanto repite Alí Ernesto Padrón Cedeño.

Ni Alí Padrón ni los infinitos medios de comunicación del régimen se han atrevido a publicar el supuesto plan maestro del proyecto para La Tortuga, ni detalles de cronogramas, especificaciones técnicas, análisis de ciclo de vida de materiales o la metodología de evaluación de impacto ambiental, financiación, análisis de retorno de las inversiones, capacitación y entrenamiento del capital humano, resultados de las auditorias sociales obligatorias, consulta a expertos locales. Tampoco se conocen los estudios de capacidad de carga o las simulaciones de demanda energética y de agua a largo plazo.

La propuesta de Padrón más que sostenible, ecológica y regenerativa es plenamente aspiracional, por decir lo menos. No hablemos de greenwashing u oferta engañosa, pero tampoco se fundamenta en prácticas y compromisos consolidados.

La empresa Studio Caporali Associati se centra en diseño arquitectónico y urbanístico de alta gama; en proyectos “llave en mano” para hoteles, villas y espacios comerciales; y el uso de materiales nobles –cuero, vidrio, madera y metal– que priorizan el lujo antes que la ecología y la sostenibilidad.

Se promociona como consultora de proyectos turísticos, pero su portafolio real se concentra en diseño interior y mobiliario de lujo para hoteles de cinco estrellas (Excelsior Hotel Gallia en Milán, Four Seasons Milano); y residencias y villas privadas de alto costo, con acabados en mármol, cuero, KRON y maderas nobles.

En proyectos de menor escala, como Casa MON58, en Suiza, aplicó hormigón vertido in situ, ladrillos minerales y grandes ventanales, sin referencias a procesos de certificación ecológica ni evaluación de huella de carbono.

Studio Caporali Associati, además, carece de credenciales en sostenibilidad como los certificados LEED, BREEAM, ISO 14001 u otros estándares internacionales. Tampoco tiene reconocimiento alguno por arquitectura bioclimática o construcción sostenible. Ni figuran en redes profesionales ni foros de arquitectura regenerativa o ecoturismo.

Alí Ernesto Padrón Paredes, autoridad única de la zona económica especial de la isla La Tortuga

Una autoridad sin credenciales sustentables

La experiencia de Alí Ernesto Rondón Paredes en asuntos ambientales también es nula, al igual que en turismo ecológico y sustentable. Antes de ocupar altos cargos en el régimen de Nicolás Maduro y de ser designado autoridad única de la Zona Económica Especial de la Isla La Tortuga, se limitaba a diseñar paquetes turísticos para el mercado venezolano y cercanías en sus tareas de consultor de agencias de viajes y de tour operadores.

Participaba en ferias y congresos de turismo coordinando la participación de líneas aéreas y cadenas hoteleras. También fue asesor independiente en proyectos de promoción de destinos y figuró en listas de proveedores de servicios para los circuitos turísticos de Falcón y Nueva Esparta.

Su perfil público se asienta más en haber ocupado cargos públicos de libre designación que en credenciales académicas o actividad política. Su ascenso comenzó en septiembre de 2007 cuando se desempeñaba como gerente de estudios económicos tributarios del Seniat y el capitán José Gregorio Vielma Mora lo ascendió a gerente regional de tributos internos de la Región Capital del Seniat.

Su último ascenso fue en julio de 2007, a Intendente Nacional de Tributos, pero duró poco. En esos meses llegó José David Cabello como jefe del Seniat y eliminó el cargo.

En febrero de 2015, Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral, lo designó director general de Administración y Finanzas. En agosto de 2015, Nicolás Maduro Moros lo designó viceministro encargado de Turismo Internacional, el 25 de octubre de 2020, y ministro de Turismo. En enero de 2021, lo encargaron de la presidencia de Inatur, pero seguía siendo ministro de Turismo.

En diciembre de 2024, en la clausura del 25 Foro Mundial para el Desarrollo de las Zonas Económicas Especiales, Maduro anunció la designación de Alí Padrón como la autoridad única de la Zona Económica Especial de la Isla La Tortuga. Lo presentó como el arquitecto del proyecto llave en mano que se le otorgó a la empresa italiana.

Maduro remató la presentación diciendo que “el turismo es el arma secreta del nuevo modelo económico”. Llamó a la inversión en el proyecto de La Tortuga. “Es una golilla, ganancia absoluta”, subrayó.

Personas disfrutan de un paseo en bote en la isla La Tortuga, Venezuela, el 7 de septiembre de 2024. Foto: Juan Barreto / AFP

La opacidad del proyecto oscurece las aguas cristalinas

La Tortuga es una isla muy sensible. Cualquier intervención que se haga sin la debida planificación ambiental impacta sus sistemas básicos. El gigantesco movimiento de tierra que ahora se ejecuta puede considerarse un ecocidio, pero lo que se proyecta es una cadena de ecocidios sucesivos que la convertirán en tierra arrasada. Será otro Arco Minero, pero sin oro, rodio, coltán ni nada que valga la supuesta inversión hecha.

La declaración de La Tortuga como zona económica especial es absolutamente contraria a las leyes ambientales de Venezuela y a las directrices establecidas por la ONU y otros organismos internacionales para la protección del medioambiente, la salud de los océanos y la preservación de la biodiversidad. Las “ventajas especiales” que ofrecen a los inversionistas son a costa de la naturaleza y pueden destruir de manera irreversible los atributos que hacen de la isla un paraíso, hasta hoy.

Sin tortugas no hay encanto y sin aguas cristalinas no llegan yates y veleros. Habitaciones confortables hay en cualquier parte del mundo.

Los corales son animales sin movimiento, no tienen posibilidad de escape ante la menor perturbación de la calidad del agua. Si mueren no nacen nuevos organismos. Junto a esta riqueza coralina, La Tortuga como isla es una gran guardería para un gran número de peces e invertebrados –cangrejos, langostas, pulpos– entre otros.

El acceso a la información es un derecho ciudadano fundamental y un instrumento básico para la participación. Sin rendición de cuentas no hay democracia, mucho menos si se desea adjetivarla como participativa y protagónica. La ciudadanía tiene el derecho constitucional de exigir transparencia. Por ley, los procesos de evaluación de impacto ambiental deben ser absolutamente transparentes y de libre acceso a los expertos, en audiencias públicas en las que comunidades e individuos pueden consignar propuestas, demandar modificaciones y exigir la enmienda de errores.

Daños ambientales previstos

La zona económica especial de La Tortuga se presenta se presenta como un tesoro viviente que se ofrenda al rentismo y al extractivismo sin real impacto estructural beneficioso para la economía y el bienestar de la población. Será un enclave desvinculado con el país. Todo lo que se construya para hacerle confortable la estadía al turista de alto nivel tendrán impactos irreversibles sobre el medioambiente

En una isla sin agua y con lluvias escasas, el abastecimiento debe hacerse mediante desalinizadoras que también crean problemas directos e indirectos. Necesitan electricidad y se debe generar con plantas diésel, de gas, placas solares y placas solares. Mientras más agua se produzca, mayor será la cantidad que deber ser tratadas, y que aun tratadas generan problemas de contaminación en aguas marianas.

Los pozos sépticos son viables inicialmente, pero con el paso del tiempo colapsan y contaminan el ambiente. La infraestructura invasiva y laactividad humana masiva en afecta la nidificación de las tortugas marinas y pone en riesgo a reproducción y supervivencia del principal atractivo de la isla.

Vista aérea de un faro en la isla La Tortuga, Venezuela, el 7 de septiembre de 2024. Foto: Juan Barreto/ AFP

Sí hay una alternativa ecológica

El aprovechamiento turístico de La Tortuga es posible de manera ecológica y sustentable, pero no con aeropuerto internacional ni puerto de aguas profundas. Mantener el valor escénico del paisaje y la distribución y complementación de los ecosistemas naturales es esencial para la preservación de uno de los reservorios marinos del país relativamente prístinos.

Con un enfoque ambiental y transparente, La Tortuga puede ser una “Zona Económica Especial Popular, Productiva y Participativa” y cualquier otro adjetivo que se desee, pero siempre con la carga turística controlada. Incluso puede servir de prototipo de sostenibilidad para otros proyectos ecorregenerativos.

Bastaría con poner en práctica medidas específicas sobre el tipo de energía, que debe ser renovable y no generada mediante combustibles fósiles, y el abastecimiento de agua por desalinización solar, captación de lluvia y reuso en ciclo cerrado.

Nada de grandes edificios ni de máximas extensiones dedicadas a una sola función. Solo bioconstrucción y estructura desmontables. Tampoco se acepta basura. La degradable se composta, el resto vuelve a tierra firme.

Los turistas podrán disfrutar de las playas, pero respetando las zonas de desove y no alternado los ecosistemas. El turismo ecológico será limitado y guiado.

Se prohíbe el funcionamiento de casinos, el arribo de embarcaciones contaminantes, la construcción de urbanizaciones y casas de veraneo. De igual manera, se establece un régimen detransparencia digital que obliga a que toda contratación, permiso, estudio de impacto o inversión debe publicarse en tiempo real en una plataforma libre.

Un modelo que se puede replicar en La Blanquilla y La Orchila, como reservas científicas y ecoturísticas, o parques costeros como Morrocoy, Mochima o Laguna de Tacarigua. No se necesita pagar un proyecto llave en mano.

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