El Aeropuerto Internacional de Oaxaca ya ha recibido 1,07 millones de pasajeros, lo que significa un aumento del 4,9% con respecto al mismo período del pasado 2024.
Se trata de un repunte extraño, que se produce en un momento en que muchos otros destinos mexicanos están experimentando un crecimiento más lento o incluso se llegan a producir declives.
Pero Oaxaca ha logrado mantener y hacer crecer a su audiencia al ofrecer algo que se siente auténtico y fresco: una herencia cultural profunda con un toque moderno.
Su atractivo tiene múltiples capas. Así, su centro histórico, Patrimonio de la Humanidad de UNESCO, ofrece calles empedradas e iglesias centenarias. Los mercados rebosan de chocolate oaxaqueño, chapulines frescos y canastas de especias. Hay un calendario lleno de festivales, desde la internacionalmente conocida Guelaguetza hasta las celebraciones del Día de Muertos que transforman la ciudad en un tapiz de caléndulas y luz de velas.
Pero en Oaxaca la gastronomía es su motor y los moles tradicionales y el mezcal de clase mundial son solo el comienzo: los chefs aquí están reinterpretando recetas tradicionales de manera que hacen de Oaxaca una de las mejores ciudades gastronómicas de México.
Ubicada a escasa distancia de Ciudad de México y con vuelos estacionales mejorados desde varias puertas de entrada a Estados Unidos, Oaxaca se ha vuelto más accesible sin perder su identidad.
Con todo, la reputación gastronómica viene creciendo en los últimos años, y la ola actual de aperturas de restaurantes viene atrayendo a una nueva generación de viajeros que vienen tanto a comer como a explorar.
Los mercados tradicionales de Oaxaca, como el Mercado 20 de Noviembre, siguen siendo paradas esenciales, ya que ofrecen tlayudas ahumadas, cazuelas burbujeantes de mole y tortillas frescas prensadas ante sus ojos.
Varios restaurantes vienen mezclando ingredientes locales con técnicas globales, produciendo menús de degustación que pueden incluir maíz nativo en tres texturas o platos combinados con mezcal construidos con productos de temporada de los valles circundantes.
Los chefs están adoptando los principios de la comida lenta, destacando a los pequeños agricultores y las variedades tradicionales.
Así, cafés y mezcalerías van convirtiéndose en centros creativos y los visitantes pueden probar mezcales raros de agave silvestre junto con platos pequeños seleccionados, o beber chocolate caliente oaxaqueño condimentado con canela en frondosos patios.
Ya se siente que la cultura de la comida callejera viene prosperando junto con un renacimiento de la gastronomía de alta gama, asegurando que la escena gastronómica de la ciudad siga siendo accesible en todos los niveles, desde memelas nocturnas hasta banquetes de varios platos.
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