“No me gusta que los llamen parques”, es lo primero que me dice Alexis Montilla cuando comienzo mi entrevista sobre la creación de sus obras consentidas en la ciudad de Mérida. Él prefiere llamarlos sueños, porque eso representa su trabajo para él. No se escuda en la falsa modestia para alabar desde la entrada cada uno de sus proyectos en los que siente que ha puesto toda una vida, porque le ha costado cada piedra que ha formado un muro para construirlos.
Tal vez por eso es gigantesca la entrada a La Venezuela de Antier, quizás el asumió que el éxito de su primer centro recreativo se quedaría corto ante el segundo y se inspiró para este en la taquilla de grandes atracciones para diseñar la puerta de ingreso a su mundo, a ese en el que se entra en un autobús que va entre verdes y vías de tierra y se detiene justo en la primera estación junto a un salón lleno de cachivaches antiguos para una fotografía en blanco y negro con la que se genera una cédula, que permite fantasear con un regreso en el tiempo, transitar por un país en el que tal vez muchos no vivimos.
Allí me esperaba Montilla para recorrer en un viejo jeep parte de las 250 hectáreas que componen el que define como un “recorrido por Venezuela sin salir de Mérida”. Le digo que vengo de conocer Los Aleros y haber disfrutado mucho ese traslado en el tiempo que implica su recorrido. Me interrumpe para explicar que se inspiró en los pueblos andinos de los años 20, que por cierto nunca conoció porque este merideño vino al mundo 24 después de esa época. Pero pareciera que este andino quiere anclarse en el pasado que aunque lo cuenta lleno de carencias fue el impulso que le permitió hacer todo lo que hoy le rodea.
Se le hincha el pecho cuando resume su vida y habla de su humilde origen, mira al cielo al relatar sus años como mesonero y vendedor de artesanía, y nuevamente se engrandece al vanagloriarse de sus conocimientos empíricos de arquitectura, ingeniería, turismo y hasta organización empresarial, pues en los parques de este soñador no se mueve una hoja sin que él lo sepa y lo dirija.
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