"Turists go home". El eslogan resalta en la fachada de un viejo edificio del Barrio Gótico barcelonés, la joya más visitada de la ciudad, con su laberinto de callejuelas siempre taponado de extranjeros.
El mensaje puede sonar desconcertante en un país necesitado de ingresos. Sin embargo, es el reflejo de una guerra desatada en las grandes capitales españolas contra el turismo masivo. Una paradoja del fin de la crisis: la industria que representa el gran motor de la recuperación se convierte, al mismo tiempo, en un factor creciente de tensión social.
En Barcelona se sufren las consecuencias como en ningún otro lugar: la imparable llegada de visitantes disparó hasta el 50% el precio de los arriendos en los últimos cuatro años, las zonas tradicionales se transforman de manera radical y los vecinos protestan por la incomodidad que les ocasiona vivir rodeados de multitudes festivas. La alcaldesa Ada Colau lidera la batalla hasta ahora infructuosa para poner límites al turismo. Paralizó la construcción de hoteles y promete controlar la oferta de departamentos para alquiler temporal.
Es una cruzada en la que también se anota el gobierno de Palma de Mallorca, donde acaba de prohibirse el alquiler de casas particulares por plataformas como AirBNB y HomeAway. Los alcaldes de Madrid, Valencia, Sevilla y Málaga estudian regulaciones similares para enfrentar el malestar de los votantes contra una lógica de mercado que empieza a afectar la convivencia.
El éxito del turismo en España explica, en gran medida, la mejoría de la economía del país. Según datos oficiales, el sector representa el 11,1% del PBI y el 13% del total de empleos.
Leer mas: http://diario.elmercurio.com/2017/04/16/internacional/internacional/noticias/95AA4BDA-A1C0-4A42-B5F4-E7D220CBF55C.htm
El mensaje puede sonar desconcertante en un país necesitado de ingresos. Sin embargo, es el reflejo de una guerra desatada en las grandes capitales españolas contra el turismo masivo. Una paradoja del fin de la crisis: la industria que representa el gran motor de la recuperación se convierte, al mismo tiempo, en un factor creciente de tensión social.
En Barcelona se sufren las consecuencias como en ningún otro lugar: la imparable llegada de visitantes disparó hasta el 50% el precio de los arriendos en los últimos cuatro años, las zonas tradicionales se transforman de manera radical y los vecinos protestan por la incomodidad que les ocasiona vivir rodeados de multitudes festivas. La alcaldesa Ada Colau lidera la batalla hasta ahora infructuosa para poner límites al turismo. Paralizó la construcción de hoteles y promete controlar la oferta de departamentos para alquiler temporal.
Es una cruzada en la que también se anota el gobierno de Palma de Mallorca, donde acaba de prohibirse el alquiler de casas particulares por plataformas como AirBNB y HomeAway. Los alcaldes de Madrid, Valencia, Sevilla y Málaga estudian regulaciones similares para enfrentar el malestar de los votantes contra una lógica de mercado que empieza a afectar la convivencia.
El éxito del turismo en España explica, en gran medida, la mejoría de la economía del país. Según datos oficiales, el sector representa el 11,1% del PBI y el 13% del total de empleos.
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