A principios del siglo XVII, don Juan de Andrade (cuarto abuelo del prócer marabino general José Escolástico Andrade Pirela y quinto abuelo del presidente general Ignacio Andrade Troconis), ordena pintar en Santa Fe de Bogotá, una imagen de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, la cual trae a Maracaibo. Para ese entonces la devoción a la Virgen de Chiquinquirá, que se había iniciado en el último cuarto del siglo XVI en Chiquinquirá cerca de Tunja, próxima a Santa Fe de Bogotá, ya se encontraba extendida a otras poblaciones del Nuevo Reino de Granada. Maracaibo estuvo bajo la jurisdicción de la Audiencia de Santa Fe hasta el año 1776.
Don Juan de Andrade, hombre piadoso, funda en 1686 una ermita con capellanía para oficiar misa, dedicada a San Juan de Dios, de quien es devoto. Allí coloca la imagen de la virgen para que la comunidad le rinda culto. Los Andrade se encargan por generaciones de la imagen y luego de la ermita.
Sin embargo, pasan los años y por alguna razón cesan las misas en la ermita y la imagen desaparece hasta que en 1709 en la casa de una anciana, en un trozo de lienzo borroso sin figura definida, la virgen se hace presente y su imagen queda restaurada en el lienzo. Muchos vecinos se acercan a la casa y son testigos de la aparición de la virgen. Desde entonces y hasta el día de hoy comienzan a suceder milagros por su intercesión.
Ese mismo año de 1709, las autoridades eclesiásticas y civiles deciden trasladar el lienzo desde la casa de la anciana al templo parroquial. Toman el cuadro y sale una procesión con dirección a esa iglesia. Pero llegados a cierto punto el lienzo se hace tan pesado que no hay fuerza que pueda levantarlo y proseguir el camino. Los presentes rezan a la virgen por una señal y a alguien se le ocurre decir que quizás la virgen quiere su imagen trasladada a la ermita de San Juan de Dios y no a la iglesia parroquial. La procesión cambia de rumbo y al instante la imagen se hace liviana permitiendo al séquito seguir al nuevo destino. Desde entonces la imagen de la santísima virgen reposa en ese templo, su sitio original, hoy Basílica de Chiquinquirá y San Juan de Dios.
Existen distintas versiones que explican cómo llegó la imagen a manos de la anciana. Según una versión, los corsarios habrían cargado con la imagen en unos de sus asaltos a las costas. Sus barcos se habrían hundido en algún punto en el mar caribe, o habrían tirado al mar la imagen, luego de desmontarla de su marco de plata, y ésta habría ido a dar al lago empujada por las corrientes. Como se sabe, Maracaibo fue objeto de ataques piratas en el siglo XVII, en concreto en los años 1642 (por el inglés William Jackson), 1665 (por el francés Juan David Nau, el Olonés), 1667 (por el español, Miguel El Vascongado), 1667 (por el inglés, Sir Henry Morgan), y en 1678 (por el francés Grammont). El propio Juan de Andrade había contribuido con su patrimonio para la fortificación de la ciudad para protegerla de estos ataques.
Otra versión dice que la imagen habría sido arrastrada desde la costa al lago por un vendaval severo. En lo que todas las versiones coinciden es en que la anciana recogió el lienzo en las aguas del lago.
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