viernes, 26 de septiembre de 2014

Margarita se sostiene por su geografía generosa VALENTINA QUINTERO

La Restinga: Los Tres Puños esperan a su tripulación para salir a pescar | Foto: Pablo Krisch
Todos los que vamos a Nueva Esparta amamos sus playas, las empanadas en cada esquina, los gloriosos cocineros locales, el amarillo de los guayacanes, el verde de los cerros y esa luz de la tarde que sobrecoge. Pero nos agobian las carencias de servicios, las penurias para entrar y salir, la pobreza de la zona franca y la inseguridad. Así nunca podrá ser un destino internacional

Una geografía que emociona

Margarita es espléndida en su geografía. Desde cualquier carretera asombran la extensión y el verdor de sus valles, los cerros protectores de Guayamurí, Matasiete o El Cacao, el amarillo escandaloso de los guayacanes que resolvieron coincidir con la fiesta de la Virgen del Valle, patrona de pescadores, visitantes, navegados, locales y amantes del mar. No se le niega a nadie esta Virgencita cuya imagen resguarda El Valle del Espíritu Santo.

En esta ocasión nos dimos baños largos en Manzanillo, apacible por unos días, fría como siempre, sin tanto buhonero ni estruendo como otras. Zaragoza es una divinidad en días de semana, con su bulevar y la oferta de piñas coladas. Para estar en soledad, sin buhoneros y con sonido leve de olas, son perfectas las playas de Guayacán con 3 toldos precarios a Bs 100 y la pequeñita Constanza, con sombra natural, un caminito de tierra que apenas se ve y una ranchería de pescadores. Guacuco es la gloria con sus olas menos fuertes y montones de palmeras. Llegaron las algas, pero se fueron rapidito para no perturbar a la visita.

Me fascinan playa El Agua y Parguito porque son abiertas, con tanto blanco sobre los azules. Procuro llegar tempranito para verlas solitarias o pasar de tarde cuando cesa el alboroto y provoca sentarse a esperar la despedida del sol. El Tirano suele estar despejado, porque la playa es fuerte y con resaca. Pero adoro verla y darme un baño con cautela. Desde aquí salen los peñeros a Los Frailes. El gran mérito de La Restinga es su extensión. Me gusta ir por tierra para ver los Tres Puños desde el puente y soñar con navegar alguna vez parada en su cubierta, apreciar la distancia entre el principio y el final, irme parando en cada recodo para darme un baño y llegar finalmente a los tarantines para probar las ostras más frescas, honestas y baratas de la isla. En El Agua o Parguito los abusadores las cobran entre Bs 80 y 100. Encima pides 2 docenas y aplican que te comiste 5. En La Restinga cuestan Bs 20 la docena y te sirven las que solicitas en una bandeja, ya abiertas. Es glorioso.