Por esta época del año calurosa y ventisquera pareciera que los aguaceros caídos recientemente huelen a jazmín, impregnando los rincones de recuerdos amorosos. Hago las paces y me reconcilio con la vida y sus avatares, a pesar de saber que vivo en un país azotado por la desesperanza y el olvido. Según expertos, estamos mucho peor con Maduro que con Chávez y lo peor, insistiendo en un afán totalitario de querer controlar todo, desde Medios de Comunicación Social hasta la enseñanza de niños y jóvenes.
Para el psicólogo Axel Capriles, este dominio revolucionario está fomentado en el control de la mente, en la explotación de las necesidades de la población, en la confusión, la ilusión, la desinformación, la manipulación y el manejo de la propaganda. Mantener el poder amerita ocultar la realidad, se vende un mundo ficticio, sin inseguridad, escasez de alimentos, crisis hospitalaria e ideologización educativa, respondiendo a una de las estrategias políticas más fuertes del siglo XXl que es la ley de los hermanos Castro y su proyecto, volcado a la obtención y manutención del poder sin importar el costo que implique, llegando incluso a la destrucción total de la estructura social.
No decaigo, el aroma de los jazmines me devuelve el optimismo y pienso en Colombia, Brasil y México, países hasta no hace mucho abatidos por la injusticia, la desigualdad y el horror del narcotráfico, si ellos transformaron sus contextos, también nosotros lo haremos por una condición histórica de valentía, dignidad y compromiso con la gente de vivir en un país justo, libre y soberano con permanente aroma de jazmín, rociados por la lluvia mañanera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario