sábado, 16 de agosto de 2014

Con olor a jazmín / Eliana Pineda A. / Periodista

Los días atrapados en la humedad están oliendo a jazmín. Las noches con su brisa fresca y taciturna más aún. Por instantes, gracias al aroma de las flores de los azahares de la India, capullitos apretados de florecillas blancas con su perfume originario de Persia, rememoro a mi inolvidable madre, trajinando en sus oficios hogareños en mi acogedora casa de La Limpia; regando sus flores de musainda; orando en su sencilla habitación con ventana al jardín; cosiendo en su vieja máquina Singer o conversando con tía Benilda su hermana de todos los tiempos. Son recuerdos olorosos, envueltos en encajes de tiernas gardenias, traídos por los pequeños arbustos adornados de jazmines y su mágica complicidad con las primeras lluvias de agosto. Caen las primeras gotas, florecen los jazmineros, e inevitablemente el exquisito olor arrastra momentos memorables de cuando éramos felices y no lo sabíamos.

Por esta época del año calurosa y ventisquera pareciera que los aguaceros caídos recientemente huelen a jazmín, impregnando los rincones de recuerdos amorosos. Hago las paces y me reconcilio con la vida y sus avatares, a pesar de saber que vivo en un país azotado por la desesperanza y el olvido. Según expertos, estamos mucho peor con Maduro que con Chávez y lo peor, insistiendo en un afán totalitario de querer controlar todo, desde Medios de Comunicación Social hasta la enseñanza de niños y jóvenes.

Para el psicólogo Axel Capriles, este dominio revolucionario está fomentado en el control de la mente, en la explotación de las necesidades de la población, en la confusión, la ilusión, la desinformación, la manipulación y el manejo de la propaganda. Mantener el poder amerita ocultar la realidad, se vende un mundo ficticio, sin inseguridad, escasez de alimentos, crisis hospitalaria e ideologización educativa, respondiendo a una de las estrategias políticas más fuertes del siglo XXl que es la ley de los hermanos Castro y su proyecto, volcado a la obtención y manutención del poder sin importar el costo que implique, llegando incluso a la destrucción total de la estructura social.

No decaigo, el aroma de los jazmines me devuelve el optimismo y pienso en Colombia, Brasil y México, países hasta no hace mucho abatidos por la injusticia, la desigualdad y el horror del narcotráfico, si ellos transformaron sus contextos, también nosotros lo haremos por una condición histórica de valentía, dignidad y compromiso con la gente de vivir en un país justo, libre y soberano con permanente aroma de jazmín, rociados por la lluvia mañanera.

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