Tras un mes de intensas manifestaciones, entre muchas otras, dos cosas han quedado claras: la ingente cantidad de pertrechos antidisturbios que tiene el aparato policial venezolano y, por ende, los petrodólares invertidos, y la inmensa capacidad de resistencia de los estudiantes e integrantes de la sociedad civil para mantener la lucha en las calles pese a la sangre, el sudor, las lágrimas y la muerte causados por la brutal represión; así como la destrucción de los bienes de quienes cometen el insólito "delito" de protestar, realizados por las bandas armadas del oficialismo.
Sin pretender justificar la violencia, el uso de esa fuerza excesiva y letal (prohibida por el artículo 68 de la Carta Magna) exacerba los ánimos de los manifestantes, quienes, presos de la impotencia y la rabia, pueden responder de manera agresiva a los intolerantes y violentos "guardias del pueblo" y policías (además de los colectivos armados) con características de legítima defensa, al estilo de la empleada cuando ocurrió El Caracazo. A todas estas, ¿por qué no se utilizan los chorros de agua, efectivos para dispersar cualquier protesta? ¿Será que se quiere causar el máximo dolor y la muerte? ¿Es que se relanza la campaña El agua es vida, no la malgaste?
El país vive la más profunda inestabilidad en la historia contemporánea y por ello es primordial que el Gobierno nacional dé respuestas efectivas a las exigencias de la sociedad civil respecto a los graves problemas que afectan la calidad de vida de la población y en particular la problemática universitaria, que mantiene a los estudiantes en la calle. En tal sentido, uno mi voz a la de otros importantes actores de la vida nacional en la solicitud de un diálogo franco y apoyo de manera irrestricta a la Averu en su comunicado del 4 de marzo 2014 porque esta lucha es de todos, por la democracia y la libertad y la reconversión de las instituciones del Estado.
Fuente: http://www.laverdad.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario