sábado, 29 de marzo de 2014

Pa' la vaina - Por Eliana Pineda A. / Periodista

La tarde marabina adelantó su curso, escuchando el pulso acelerado de una ciudad empujada hacia el abismo. El sol declinó en espacios cercanos y cotidianos y una sombra oscura cayó sobre la piel de espaldas desnudas, golpeándola puños de iracundo metal, desencadenados por golpes verde oliva e individuos anónimos armados de terror, disparando sus balas de odio, sus perdigones de resentimiento y sus bombas lacrimógenas abultadas de violencia. En este ángulo urbano, llamado Palaima, con amenazas de violaciones, vehículos quemados, robos, saqueos, asaltos, lesionados, linchamientos, heridos y atropellos a los derechos humanos, el atardecer de este marzo histórico, quedó atrapado en un nocturno y eterno cataclismo.

Los edificios incólumes se aferraron a una noche con horas dolorosas y el fantasma de la guerra siguió dando sus crueles aletazos sobre los párpados irreverentes, las consignas descontentas se confunden con las persistentes detonaciones, centenares de manifestantes se niegan a sucumbir ante el bombardeo cruel de la Guardia Nacional y grupos coléricos llamados colectivos del dolor y el horror. Ambas fuerzas, desproporcionadas y desajustadas, juntas y revueltas emprenden una jornada mortal, incendiada de pavor, contra venezolanos apostados por un malestar intenso que sobreviene desde hace 10 años, reflejado en agudos problemas estructurales y ausencia de libertades públicas.

Según el historiador Ángel Lombardi Boscán, este acontecer turbulento está acumulado por la persistente y crítica situación económica con inflación, escasez de alimentos, bajos salarios, falta de divisas y expropiaciones, aunada a un creciente deterioro de la calidad de vida, colapso de los servicios públicos, transporte, salud, vivienda, educación, ambiente, con atenuantes y agravantes como la corrupción, el desempleo y la dramática inseguridad.

Con todo y que la protesta está sustentada en la Constitución nacional como expresión democrática y ciudadana, en Pa´ la vaina, es decir Palaima, en esta zona impregnada de un profundo descontento social, conformada por estudiantes y vecinos agobiados por el desgaste de una era política insustentable, la represión por parte de este régimen tiránico y dictatorial se evidenció e intensificó, criminalizando la capacidad de disentir y opinar diferente, torturando y acallando, lesionando y querer sepultar a todo aquel consciente del agotamiento del chavismo y la imposibilidad de ocultarlo un día más.

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