Así como no se necesita ser militar para ser militarista, también es posible ser chavista sin haber votado nunca por Chávez. En efecto, el "chavismo" es mucho más que una traicionada esperanza de redención social, más que el aprovechamiento político del resentimiento social, más que una maquinaria electoral recostada al poder del Petro-Estado; es más que una red de testaferros, comisionistas y "cuanto-hay-paeso", y es mucho más que una burocracia ineficiente, corrupta y presupuestívora: El chavismo también es una cultura política. Entre las claves de identidad de la cultura política chavista está el sectarismo, esto es, la certeza de que para controlar al país hay que dividirlo, y que para perpetuar el dominio sobre la parte no chavista del pueblo ésta debe ser ignorada, estigmatizada, silenciada, perseguida, criminalizada. Para el sectarismo oficialista el pueblo opositor no es pueblo: es "escuálido", "apátrida" o, más recientemente, "parásito". Para los provisionales dueños del poder quien no comulga con su credo no es un compatriota con ideas diferentes, sino un "enemigo interno". Y con el enemigo no se dialoga. Se puede dialogar con el adversario, pero al enemigo se le combate, se le derrota…
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