miércoles, 20 de noviembre de 2013

El castigo de volar / HARRY BLACKMOUTH


La aerolínea Ryanair no parece dispuesta a ganar un concurso de simpatía. Para muchos pasajeros –señala The New York Times– palabras como "atención al cliente" no suelen viajar muy a menudo en la cabina de Ryanair.

El acto más despreciable de la aerolínea Ryanair, que es además la más grande y rentable de Europa occidental, ocurrió en septiembre de este año, cuando cobró a un médico 160 libras, o casi 260 dólares adicionales, por cambiar su vuelo de DublÍn, en Irlanda, a Birmingham, en Gran Bretaña.

La razón del cambio de vuelo era que la completa familia del médico había perecido en un incendio. La indignación fue tan intensa, que Ryanair decidió olvidarse en ese caso de sus honorarios y devolver el importe al pasajero.

Pero si ese incidente puso a Ryanair en la primera plana de los periódicos, otros, de menor impacto, han pasado a formar parte de la legendaria mala fama de la aerolínea.

"Para muchos pasajeros", dijo The New York Times, "palabras como 'fenomenal' y 'atención al cliente' no suelen viajar muy a menudo en la cabina de Ryanair". Han existido numerosas denuncias de trotamundos abandonados a su suerte cuando fue necesario cancelar vuelos debido a huelgas, volcanes en erupción, o temporales.

La aerolínea, liderada por el irlandés Michael O'Leary, ha inventado originales maneras de extraer dinero a los clientes. Por ejemplo, si una maleta de mano es demasiado grande para ir en la cabina, se le cobran al viajero 60 euros extras (82 dólares). Y si alguien no chequea su pasaje online, sino en el aeropuerto, debe añadir otros 70 euros (100 dólares).

Los sufridos pasajeros que toman el primer vuelo de la jornada, a las 6:15 de la mañana, deben soportar además un bombardeo de anuncios publicitarios. En ese lapso se ofrecen toda clase de comestibles, billetes de lotería, y hasta cigarrillos sin humo.

Para sumar el insulto a la injuria, O'Leary propuso en el pasado algunas innovaciones a los vuelos de Ryanair que exacerbaron la furia de los clientes. Uno de ellos fue la instalación de baños a bordo, por los cuales había que pagar entrada, "asientos" en la parte trasera de los aviones, en los cuales los pasajeros debían viajar parados, como en los autobuses, o tickets más caros para "personas obesas".