Si para las empresas el escenario es complejo, para los profesionales es hora de aprovechar.
Millonarios y grandes empresas latinoamericanas empujan la demanda por aviones y helicópteros privados en toda la región, pero en países como Brasil esto está chocando contra la falta de profesionales para pilotearlos.
¿Qué tienen en común las multilatinas y los aviones privados? En apariencia poco o nada aparte de Embraer. Pero la verdad es que la expansión geográfica de las grandes empresas latinoamericanas está empujando como nunca la demanda por aviones y helicópteros privados.
Las razones son sabidas: obtener la rapidez, flexibilidad y autonomía que no permiten los vuelos comerciales convencionales, limitados a los principales aeropuertos y con tiempos de espera que entorpecen la gestión de los grandes empresarios y CEO.
Esto explica que la brasileña Vale opere un Bombardier Global Express XRS de US$ 54,5 millones, que le permite a Murílio Ferreira, su CEO, viajar de Rio de Janeiro a Toronto sin escalas. O que Eike Batista haya cambiado hace un par de años su Embraer Legacy 600 por un Gulfstream G550 de US$ 58 millones, más rápido y con mayor autonomía de vuelo. O que el grupo mexicano Omnlife haya comprado un Embraer Lineage 100, uno de los más modernos y económicos que ofrece el fabricante brasileño. Jorge Vergara Madrigal, el fundador y dueño de Omnilife, también tiene un Boeing 737 adaptado y con lujosas instalaciones para 18 personas.
Éstos son sólo algunos de los casos emblemáticos y visibles. En general, los fabricantes son reacios a divulgar la identidad de sus compradores de aviones de alta gama, precio elevado y características técnicas más sofisticadas. En otra categoría se encuentran las compañías de chárter, que a su vez arriendan este tipo de aeronaves a cantantes y políticos en gira.
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