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A partir de la luna llena, unos diminutos "gusanitos" con forma de aguja se iluminan de tal manera que, durante un buceo nocturno, parecen estrellas en un firmamento infinito. Se llaman glow-worms y éste es uno de los pocos lugares del mundo donde se aprecian en todo su esplendor. Entre los buzos, el ritual consiste en sumergirse al anochecer a unos doce metros de profundidad, encender la linterna y luego apagarla. Eso gatilla el fenómeno: los glow-worms se iluminan en cadena y todo el fondo marino se vuelve fluorescente.
Turcas y Caicos es de esos sitios donde la naturaleza puede alcanzar ribetes de pirotecnia. Primero, quizás antes que todo, están sus playas. Un botón: Grace Bay, en Providenciales -la isla más turística, donde se alinean los hoteles y resorts-, acaba de ser elegida por los usuarios del sitio Trip Advisor como la segunda más bonita del mundo tras Lampedusa, en Sicilia.
Y luego están sus múltiples puntos de buceo: en Turcas y Caicos se encuentra el tercer arrecife coralino más grande del planeta después de la Gran Barrera de Australia y el Arrecife Mesoamericano. Así que casi todas las inmersiones son acompañadas de corales que, como tapices multicolores, cubren enormes paredes verticales que alcanzan profundidades de hasta 3.500 metros, las mayores del Atlántico.
Una aclaración: el excesivo tránsito de barcos y la contaminación que conlleva el turismo ha ido mermando el coral en los alrededores de Grace Bay, por lo que la mayoría de los buzos avezados parten a West Caicos, una isla más salvaje, sin infraestructura, a hora y media de navegación desde Providenciales. Allí funciona Ocean Vibes, que organiza excursiones con tanque (y también de esnórquel) a West Caicos donde, además de paredes de coral, se pueden ver especies como la mantarraya gigante o tiburones martillo. Eso, además del tiburón de arrecife y de aleta negra, peces papagayo y globo, morenas y langostas.
Turcas y Caicos fue alguna vez colonia española, francesa e inglesa, donde se plantó algodón y caña de azúcar, y hubo miles de esclavos africanos. Hoy, el archipiélago vive del turismo -en Providenciales cada vez hay más inversiones hoteleras millonarias- y es un territorio de ultramar de la corona británica. Es decir, los isleños tienen pasaporte del Reino Unido, se maneja por la izquierda y fundamentalmente se habla inglés, aunque también francés. La mayoría de los turistas son canadienses, estadounidenses y franceses.
Fuente: http://www.elpais.com.uy/