No hay mal que por bien no venga . En unos días en estas playas mexicanas de arenas blancas y mar increíblemente turquesa, este refrán, que hasta podría sonar como un consuelo, lo escuché repetidas veces entre hoteleros, guías y lugareños como una verdad absoluta.
El mal, por supuesto, fue el huracán Wilma, que azotó la zona hace cinco años, pero todavía se recuerda como si hubiera pasado ayer.
El bien está a la vista. Cancún se transformó completamente después de esos vientos de más de tres días que no dejaron ni una palmera ni un poste de luz en pie y destruyeron el 80 por ciento de la zona turística, sin provocar ni una víctima. (Cada hotel tiene asignado un refugio en la ciudad, en caso de huracanes.)
Ahora todo luce completamente nuevo, desde las carreteras hasta las playas, y las palmeras, obviamente.
Los hoteles, muchos con heridas de muerte, aprovecharon para hacer obras de reciclado, mejoras y ampliaciones que tenían postergadas, además de reparar los daños.
Pero había quedado pendiente la reconstrucción de las playas, gastadas hasta la roca por la fuerza del viento.
Ahora sí, por fin, el presidente Felipe Calderón inauguró con toda la pompa las nuevas arenas, con una inversión de 71 millones de dólares en 10 kilómetros del litoral, entre Punta Cancún y Punta Nizuc.
"Hay áreas que nunca tuvieron las playas como ahora, que llegan hasta 40 metros de ancho", cuenta Erika Mitzunaga, gerente de Relaciones Públicas de la Oficina de Visitantes y Convenciones de Cancún.
La arena sigue siendo blanca y suave, como siempre uno sueña que son las playas caribeñas. Un curiosidad: misteriosamente no se calienta a pesar de los más de 30°C con el sol del mediodía.
Para fijar la arena, que se extrajo de La Ollita, una zona de Cozumel, se construyeron estructuras de apoyo que garantizan el actual tamaño. Todavía quedó un escalón de 50 centímetros para bajar al mar, que aseguran se desgastará solo hasta quedar plano.
Cantó los 40
Cancún recibe más de tres millones de visitantes por año, tiene una población estable de 800 mil habitantes, pero es uno de los destinos más jóvenes del país.
Nació hace 40 años como un proyecto de banqueros con la ambiciosa idea de ganar dinero con un destino turístico internacional, situado estratégicamente a apenas un par de horas de Miami.
Cancún era una zona desierta, con ciénagas, rodeada de manglares, selva virgen y playas inexploradas.
Y rápidamente se convirtió en el máximo generador de divisas del país: el 50 por ciento de los ingresos por turismo lo aportan Cancún y la Riviera Maya.
Es el destino del Caribe preferido por los argentinos; cada año llegan 27.000 visitantes aproximadamente, aunque en 2009 fueron menos por la gripe N1H1, que vació las playas.
Hay dos Cancún: la ciudad, donde viven los que trabajan en turismo, la mayoría provenientes de otras ciudades del país (casi no acceden los visitantes), y la zona hotelera, con la forma de un siete, que es una larga línea de casi 30 kilómetros bañada por el mar de un lado y una laguna del otro. A lo largo del camino se suceden los hoteles (hay más de 160) y suman tantas estrellas como el mismísimo cielo; restaurantes de comida internacional y local; bares; paseos de compras, y boliches.
Mucha seguridad y buenos medios de transporte público para pasear sin riesgos.
Todo ciento por ciento turístico, prácticamente sin rasgos de mexicanidad. Para llevarse un poco más que un buen bronceado y varios margaritas hay que dejar la vida all inclusive, aunque económicamente sea más costoso.
La península de Yucatán, tierra de mayas, cuenta con más de 2000 sitios arqueológicos. Los más visitados, Chichen Itzá y Tulum, todavía conservan grandes pirámides para ver.
Los que prefieran un contacto con el mundo maya sin tanto viaje pueden recorrer al sitio arqueológico El Rey, en plena zona hotelera. Allí Carlos Muñoz, el guía, relata la historia: "Este es el único vestigio maya en la ciudad. El lugar data de 1260 a.C. y se llama así porque se encontró una tumba de un rey con 7000 objetos". No hay pirámides, sólo unas construcciones más bajas, que alguna vez estuvieron pintadas en rojo y azul, y hoy blancas y deterioradas, que son refugio de amistosas y muy fotogénicas iguanas.
También la región es famosa por la los cenotes, ríos subterráneos entre cavernas, islas poco exploradas y sitios para bucear. Uno de los mejores lugares es el parque Xcaret, a 60 km, pasando Playa del Carmen.
Otra novedad para aquellos a los que les gusta transitar por las profundidades es la construcción de un gran museo submarino con más de 400 figuras en tamaño humano. Por ahora hay apenas tres, pero para diciembre esperan que se coloquen todas en un gran corredor entre Isla Mujeres y Punta Cancún. La idea es desviar a los buceadores de los arrecifes de coral naturales hacia estas esculturas que crearán hábitats artificiales.
Porque debajo de ese mar turquesa hay otro mundo para descubrir, tan colorido como el de la superficie.
Por Andrea Ventura / La Nacion.com
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